28 de mayo de 2011

12ª noche - El epitafio


Ya casi estamos en junio. Habrá que empezar a pensar en las vacaciones...


El pasado verano estuve unos días en Rivadeira, un pueblo del interior de Galicia, donde se detuvo el tiempo mucho antes de que se inventase el reloj. En realidad es sólo un conjunto de siete casas. Que no son casas; son pallozas, unas construcciones circulares de piedra, con tejado de escoba, que ya estaban en pie cuando los romanos se asomaron a aquellas tierras por primera vez. Son bastante grandes, de unos ocho metros de diámetro, y tienen dos plantas: abajo el ganado y encima la vivienda. Así, en el largo y frío invierno, el calor, envuelto en toda clase de efluvios, sube desde el establo.

En aquellos días vivían allí exactamente veintiuna personas; el benjamín rozaba los sesenta. Los jóvenes se fueron hacía mucho tiempo, y no sólo ellos, también todo el que pudo y tenía adónde ir. Únicamente quedaron los que, en lugar de pies, tenían raíces; aquellos cuyo mundo empieza y termina allí, sin remisión posible. Y termina, ¡ya lo creo que termina! En Rivadeira no hay escuela, ni hace falta, pero es inexcusable el cementerio.

Dicen que hubo en tiempos una iglesia, a la que el camposanto estaba adosado. Pero de ella sólo queda algún resto. Más nueva es la pequeña ermita que, a juzgar por las telarañas de los goznes, tiene poco tránsito. No creo que tenga ni doscientos años. El cementerio, apenas retirado del centro del pueblo, es desproporcionado y realmente pintoresco, con aire de ruina romántica. Las tumbas más antiguas son del siglo XVII, algunas bastante señoriales. Hoy ya sólo se usan los nichos construidos en la parte más cercana a la puerta. Este curioso lugar tiene el récord de exhibir el epitafio más largo que se ha documentado en España. Se encuentra en una tumba de 1936, poco antes del inicio de la Guerra Civil, una de las últimas que se abrieron en el suelo de tierra. La lápida, enorme y de piedra, luce el nombre del finado, que aunque es público callaré por discreción, y sigue el texto que traduzco y copio, pues el original está en gallego:

Nací con Isabel, crecí con Alfonso y con otro Alfonso me hice viejo. Me engañaron varias veces, yo mismo me engañé algunas más, pero mal que bien salí adelante. No me lo pusieron fácil mas con tesón superé los obstáculos y encontré el modo de sacar provecho hasta de los malos momentos. La vida me ha enseñado: los hombres, a trabajar; las bestias, a mandar; las mujeres, a obedecer; y los hijos, lo último que me enseñaron fue la espalda, cuando se fueron para no volver más. Yo he aprendido cada una de las lecciones; y ahora, justo ahora, es cuando estoy preparado para empezar a vivir. A ver si aprendes tú un poco antes.

 
El epitafio © Fernando Hidalgo Cutillas


 
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