8 de enero de 2023

180ª noche - "Me cansé... me rindo..."

“Me cansé.. me rindo...”, se titula el artículo que desde hace tiempo se publica en redes sociales y medios de comunicación en español en un contexto equivocado. Cuentan que un profesor, Leonardo Haberkorn, acaba de renunciar a dar clases de periodismo en la Universidad de Uruguay a través de un emotivo texto publicado en un periódico local. La razón para su renuncia es el escaso interés que muestran sus alumnos, más interesados en mirar WhatsApp en su teléfono móvil. En realidad, el autor del texto es periodista, compartió su experiencia en 2015 en su blog personal (El informante) y un periódico la publicó de forma incompleta y sin su consentimiento. Haberkorn, corresponsal en Montevideo para la agencia Associated Press (AP), está ya acostumbrado a que su texto robado resucite cada cierto tiempo en otros países a través de las redes sociales, pero sigue mostrando sorpresa por la forma en la que ocurre. "Casi nunca me piden permiso para reproducir el texto ni me preguntan por él. Cortan y pegan sin apenas ubicar la información", dice a Verne a través del teléfono. Tras popularizarse en Uruguay a través de su blog personal, el texto de renuncia se hizo muy popular al año siguiente en Argentina, al publicarse en la conocida web Infobae. En esta ocasión, "están siendo medios de España, México, Colombia y Chile" los que cuentan la historia, tres años después, en la mayoría de los casos como si fuera actual. En la publicación original, que puede leerse de forma íntegra al final de este artículo con autorización de Haberkorn, el uruguayo explicaba su experiencia con dos grupos de alumnos a los que dio clase ese 2015 en una universidad de su país. "Cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado", lamentaba entonces. "Supongo que mi nota resucita porque cuento cosas que son vigentes y universales", dice ahora a Verne.

Y en efecto, bien vigentes, universales y actuales son. Éste es el texto:

"Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la Univer­sidad por última vez, Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies. Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más. Hasta hace tres o cuatro años la exhor­tación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos aunque solo fuera por educación todavía tenia algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado dema­siado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen concien­cia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen. Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le da importancia a estar informado.

Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Sólo una estu­diante entre veinte pudo decir lo bá­sico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansa­das, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿No era el canciller? Así con todo. ¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio. ¿Qué partido es más liberal, o está más a la izquierda en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio. ¿Saben quién es Vargas Llosa?
"¡SI! "
¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno. Lamento que los jóvenes no puedan dejar el celular, ni aun en clase. Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales. En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con la noticia de que todavía se venden diarios y revistas en las calles.
"Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado para ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que estos a muchachos que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les ensenaron que todo da más o menos lo mismo. Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia. Y lo malo termina siendo visto como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante. No quiero ser parte de ese círculo perverso. Nunca fui así y no lo seré.

Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible. Y no soporto el desinterés ante cada pregunta que hago y se contesta con el silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Ellos querían que terminara la clase. Y yo también.




1 de enero de 2023